lunes, 25 de enero de 2016

¡PARA DE QUEJARTE!

Hay 4 tipos de actividades que podemos hacer:
  • Actividades que nos gustan y que hacemos porque nos gustan.
  • Actividades que no nos gustan pero nos gustan sus consecuencias.
  • Actividades que nos gustan pero no sus consecuencias.
  • Actividades que ni nos gustan ni nos gustan sus consecuencias.
Las primeras son las más gratificantes, porque la recompensa está en la actividad en sí, simplemente por hacerla ya nos sentimos bien, sin tener que esperar ningún beneficio aparte. Ejemplo: practicar un deporte porque me gusta hacerlo, sin pretender ponerme como un toro o ganar un campeonato (si pasa bien, pero no es la razón que me motiva a practicar ese deporte).

Las segundas son un coñazo.

Las terceras las hacemos por la recompensa inmediata que obtenemos, pero sus consecuencias nos hacen infelices. Están relacionadas con las adicciones. Comer chocolate es placentero y no tiene consecuencias negativas, pero ¡atiborrarme! de chocolate porque tengo una dependencia al mismo puede provocarme un aumento de peso no deseado o interferir en la toma de otros alimentos que son sanos y necesarios.

Las últimas son las imposiciones, que pueden provenir del entorno (papá, mamá, la pareja, la ley, el Sistema, Dios...) o de uno mismo. Muchas de estas imposiciones son absurdas y no sirven para nada más que para provocarnos malestar, y simplemente dándonos cuenta de ello podríamos dejar de hacerlas. Ejemplo: las personas con manías o, a niveles patológicos, con TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). 

Aunque ¡cuidado! porque en otros casos las imposiciones son responsabilidades que otros han  "derivado" en nosotros y no asumirlas supone desobedecer, que seguramente nos gustará (¿a quién no le gusta desobedecer una imposición que odia?), aunque la consecuencia de ese acto de desobediencia (multa, cárcel o lo que es peor: ¡una regañina de nuestra madre o pareja!) es posible que ya no nos guste tanto.

Entonces: cuando valoramos si hacer algo o no, o elegir entre llevar a cabo una conducta u otra alternativa, pensamos en si nos gusta hacerla y tenemos en cuenta las consecuencias. Muchas veces nos dejamos llevar por el placer inmediato y subestimamos las consecuencias, otras veces las sobreestimamos (como cuando un TOC piensa "¡Si no me lavo inmediatamente las manos moriré por una enfermedad infecciosa!").

Pero el caso es que decidimos. Decidimos lo que hacemos o no hacemos, porque incluso en el caso de las imposiciones, siempre está la opción de desobedecer o rebelarse.

Entonces... Un inciso: es posible que te hayas preguntando por qué he prestado tan poco espacio a las actividades del 2º grupo: las coñazo. Decía que, entonces... ¿¿¿por qué te quejas tanto por hacer actividades que no te gustan ni una mi... ni una mijita, pero que las haces porque te gustan sus consecuencias??? Trabajamos porque nos gusta tener dinero, nos duchamos porque nos gusta sentirnos limpios y oler bien, y hacemos la cama por estética, porque nos gusta ver nuestra habitación ordenada.

Y si no, si piensas que las consecuencias de este tipo de conductas no compensa el hacerlas: ¡decide dejar de hacerlas y haz otra cosa distinta! Pero no te quejes porque nadie te las está imponiendo, y si continuas quejándote parecerá que sí, que te las están imponiendo otros o tú mismo, y tendrás la sensación de estar viviendo una vida que no quieres vivir, cuando no es verdad: ¡sí quieres vivirla, lo has decidido tú, nadie te lo ha impuesto!

Y si quieres demostrarlo y comprobar que no miento, haz una cosa: cambia de vida. A ver qué pasa. Que decides que mejor que no: entonces abandona esas pesadas y lastimosas quejas que lo único que consiguen es amargarte la existencia.

O Acepta, o Cambia, pero, ¡para de quejarte!

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