lunes, 25 de septiembre de 2017

EL SENTIMIENTO DE CULPA TRAS UNA RUPTURA

Desde 2015 tengo el orgullo de formar parte del APOLel servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de toda España que contestamos consultas en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor, y muchos otros.

Desde entonces, una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevo y que quiero compartir contigo, publicando algunas de las consultas más destacadas que he tenido la oportunidad de contestar.

Esta semana: el sentimiento de culpa tras una ruptura. Un caso real que nos muestra que después de una infidelidad y una ruptura sentimental, solemos machacarnos echándonos la culpa, y que es la asunción de responsabilidades y el compromiso con uno mismo y su presente lo que nos saca del inmovilismo de la culpa.

CONSULTA


Mi relación se ha roto tras 12 años. Hace 3 perdí mi trabajo y caí en una depresión, y supongo que después de un tiempo se cansó de tirar de la relación y pasamos una crisis. Hablando y esforzándonos casi lo habíamos superado, yo al menos lo creía así. Fue entonces cuando retomó comunicación con su ex mediante las redes sociales. Yo me enfadaba, por no ver normal ese extraño interés después de tantos años, y discutíamos por el tema. Y lamentablemente se cumplieron mis temores, mantuvo relaciones sexuales con él. Rompimos. Yo ahora estoy pasándolo muy mal, y culpándome por haber provocado la infidelidad y la ruptura. Si no hubiera presionado en esa cuestión, quizá ella no hubiera rememorado viejos recuerdos no resueltos. ¿Puede ser posible? ¿Provoqué este desastre?

RESPUESTA


Es cierto que los psicólogos hablamos mucho de la profecía autocumplida: cuando nuestro temor a que ocurra algo propicia conductas en nosotros mismos que acaban provocando ese suceso. Por ejemplo, es muy común que cuando uno de los dos miembros de la pareja tiene miedo a que el otro le abandone, lleve a cabo conductas de control que acaban provocando el rechazo de la otra persona.
Los psicólogos, en el ámbito de la pareja sobre todo, también hablamos de responsabilidades, no de culpas. La culpa es una emoción que nos sirve para eliminar conductas indeseables y reparar el daño hecho a otras personas. Pero más allá de eso, la culpa es disfuncional, agresiva para la autoestima, y altamente incapacitante. En la pareja lo mejor es no echar culpas, sino asumir responsabilidades para, a partir de las mismas, adoptar mejores estilos de afrontamiento en la manera de gestionar los conflictos.
Pensar que con tu actitud provocaste la infidelidad de tu pareja, ¿no sería liberarla de toda responsabilidad sobre su conducta? ¿No había otras alternativas a lo que sucedió? Sin embargo ella eligió, ella tomó la decisión, no tú. Aceptar que la relación se terminó, liberarte de esa culpa dañina que te invade, y enfocarte hacia a ti mismo y un nuevo futuro, en lugar de hacia el pasado, te ayudará a salir del proceso de duelo romántico que estás viviendo, que por otra parte es un proceso normal y necesario. Ánimo, un abrazo.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

LA IMPORTANCIA DE LA RENUNCIA PARA SER FELIZ

En muchas ocasiones, trabajando con mis paciente (lo cual me sirve también para "trabajarme" a mí mismo) me doy cuenta de que las personas hoy en día tenemos la falsa creencia de que para ser felices debemos conseguir ciertas cosas.

Y sin embargo, muchas veces nos sentimos mejor, más que persiguiendo algo (sobre todo cuando ese algo es un imposible), renunciando a algo.

Con la renuncia, me libero de cargas, y hago de mi búsqueda de la felicidad un viaje menos pesado, más liviano.

Porque muchas veces, menos es más.

Y porque renunciar no es conformismo, es lucidez: es darse cuenta de que no necesito esto para ser feliz. Es más, es ser consciente de que precisamente mi apego a determinado objeto, idea o persona es lo que provoca mi infelicidad, a través de la frustración por no tenerlo o la ansiedad innecesaria por conseguirlo o el miedo a perderlo.

Así, podemos a renunciar a:

  • Vivir con garantías. La garantía de que me van a ir bien las cosas, de que si emprendo un proyecto conseguiré mis objetivos, de que no erraré en mi elección, de que no voy a sufrir... Fijaros qué tontería más grande: por querer hoy tener la garantía de que mañana voy a estar bien, me pierdo estar bien hoy. Porque me preocupo. Así que no funciona, no es útil, no es válido. Mucho mejor, vivir sin garantías, pero con todas las posibilidades. Las que tú construyas desde tu aquí y ahora.
  • Vivir con comodidad. El exceso de pretensión de comodidad es lo que origina el síndrome puf del que hablaba recientemente en otro post. Y ante cualquier problema, ante cualquier cambio de planes no deseado, ante cualquier gran o pequeña adversidad... ¡PUF! Es decir, magnificamos y nos generamos disgustos y neuras totalmente innecesarios. Renunciar a la comodidad es dejar entrar a la incomodidad en tu vida, y a partir de ahí empezar a ver los problemas como desafíos, los cambios como oportunidades, y la adversidad como aprendizaje.
  • Vivir con la aprobación de los demás. Porque esta carga puede ser especialmente limitante: te limita tu propia esencia, tu ser. Si al final buscas la aprobación de los demás para ser feliz, te expresarás y actuarás no conforme a lo que sientes y lo que eres, sino conforme a lo que piensas que los demás quieren que seas, y la paradoja es que nos solemos sentir bien siendo como verdaderamente somos y eso es además lo que mejor sabemos hacer. Renuncia a la aprobación y acepta el amor incondicional que te brinden, quien te lo brinde, que seguramente no será todo el mundo, pero quizá sí las personas más importantes de tu mundo.
  • Vivir felices. Sí, es muy posible que, fijaros qué paradoja aquí también, para ser felices, debamos renunciar a la misma idea de ser felices. Desde luego, como mínimo a la idea de ser felices siempre, ya que eso no existe, y por tanto, si tengo esa pretensión, cada vez que me sienta mal, me frustraré mucho y me sentiré peor. Pero también renunciar a la idea de que debo obtener algo para alcanzar felicidad: cosas materiales, virtudes, metas, crecimiento profesional y personal... Nadie está diciendo que eso sea malo y que no lo puedas obtener...
... pero si renuncias a la idea de que tu felicidad está subordinada a todos esos aspectos...

... quizá entonces, seas feliz, y punto.

Un abrazo.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

APRENDER A DECIR QUE NO

Decir que no realmente es muy fácil.


NO.

Ya está dicho, ¿veis qué fácil?

Decir que no (rechazar una petición o propuesta, expresar desacuerdo, pedir a otra persona que deje de hacer algo que nos molesta) entra dentro del repertorio de conductas que podemos clasificar como Habilidades Sociales.

Sin embargo no hay que ser demasiado habilidoso para saber decir que no, y desde luego es una habilidad que, como todas, podemos desarrollar.

Pero lo que más nos cuesta a la hora de decir que no, es superar las resistencias psicológicas que nos impiden decir que no. Las más importantes son:

  • El "síndrome del me sabe mal". Cuando anteponemos los sentimientos de la otra persona a los nuestros. "Me sabe mal decirle que no porque se va a sentir mal, se va a molestar, se va a sentir rechazado..." ¿Y tú, cómo te vas a sentir si dices que sí cuando no es lo que quieres? Pensar en uno mismo primero no es egoísta, es lo natural. Lo egoísta es no tener en cuenta nunca los sentimientos e intereses de la otra persona, pensar sólo en uno mismo. Pero antes de decir que sí, pregúntate: ¿y tú que quieres? Además, que la otra persona se sienta mal forma parte de la vida, el rechazo forma parte de las relaciones sociales. No hemos venido a este mundo simplemente a satisfacer las necesidades de los demás.
  • El miedo al abandono. Cuando pensamos que si decimos que no, el otro va a dejar de contar conmigo. Así, hay personas que suelen decir que sí siempre por miedo a que dejen de quererlas. Yo no quiero a las personas porque satisfagan continuamente mis deseos, ¿y tú? Si una relación se basa en la subordinación de las preferencias de uno a las del otro, no es una buena relación, no es sana, es tóxica. Y merece la pena que desaparezca. Pregúntate: si te quedarás completamente solo en el mundo, ¿desaparecían las oportunidades de conocer gente nueva con la que conectar de un modo más profundo y significativo, con las que no depender de un simple "sí" y que te acepten por ser cómo eres?
  • La creencia de que debo tener algo que hacer para decir que no. Las personas que padecen esta "neura" dan miles de vueltas, excusas y explicaciones para decir que no, y si no las tienen se las inventan o lo que es peor: ¡las producen! Son capaces de buscarse una ocupación que ni necesitan ni les interesa sólo para poder decir que no. ¿Qué pasa, no puedes decir simplemente: "no, no quiero" o "no, no me apetece"? De hecho, cuando damos excusas también ofrecemos oportunidades a la otra persona para dar argumentos que invaliden nuestras excusas. Que no te apetezca es un motivo muy difícil de invalidar, y es seguramente el mejor motivo para no hacer algo.
  • Por último: no tener ni puñetera idea de si quiero o no quiero. Hay veces que me cuesta decir que no porque no sé realmente si no quiero, y viceversa. Mi opinión: no es que no sepas realmente lo que quieres, es que quieres tener la absoluta certeza de qué es mejor, si el sí o o si el no. ¡Olvídate de eso! Esa absoluta certeza es imposible, y "lo mejor" no es tan importante. ¿Es que siempre tenemos que hacer lo mejor? Uf, qué agobio. Simplifica tu vida: decide sin garantías, HAZ, y trata de disfrutar de tu elección, ya que es más una cuestión de actitud que de acierto. Por otro lado: conócete bien. Qué te gusta, qué no, con quiénes prefieres compartir tu tiempo, cuál es tu escala de valores... El autoconocimiento te hará tener las ideas más claras respecto a  qué quieres y qué no quieres.
Este sábado 16 de septiembre por la mañana haré un Taller de Habilidades Sociales en Málaga en el que analizaremos otras resistencias psicológicas que dificultan nuestra relación con los demás, como la ira y la vergüenza, además de trabajar nuestra capacidades empáticas y asertivas.

Y es que al fin y al cabo, decir que no, más que una habilidad, que lo es, sobre todo es una capacidad: la capacidad de tener el coraje de decirse que sí a uno mismo.

Un abrazo.   

lunes, 4 de septiembre de 2017

EL SÍNDROME DEL PUF

Según los estudios y estadísticas, nunca antes habíamos vivido una época en la que los trastornos de depresión y ansiedad tuvieran tanta prevalencia. Y los pronósticos para el futuro no son nada halagüeños.

Sin embargo, la depresión y la ansiedad no son el verdadero problema. Son sólo el resultado del problema, su producto. El problema está en nuestra actitud.

Así, examinando esta variable, encuentro un "trastorno" tan común hoy como los trastornos del estado de ánimo: el síndrome del puf.

Es decir: estar instalado en una queja continua. Cualquier problema o adversidad, por pequeña que sea, se vive con una amargura mayúscula.

Si hace frío puf.

Si hace calor puf.

Si hay mucha gente, qué agobio, ¡puf!

Si estoy solo, ¡qué solo me siento, ¡puf!

Si las cosas van bien... me acuerdo de que mañana entro a trabajar, puf.

Si las cosas van mal, puf, puf, puf y más puf.

Esta queja persistente y nada útil, nos genera una falsa percepción (por exagerada que es) de que nuestra vida es un sinvivir constante, y lo que es peor, nos impide disfrutar de las cosas buenas de la vida (que además de ser pequeñas, no suelen ser cosas). Al estar instalados en la queja, en la lamentación o en la crítica, nos perdemos lo bello, lo hermoso, lo que nos provoca paz, amor, alegría.

Pero tranquilo, si crees que tienes este síndrome, hay remedio para curarlo. Te propongo algunos:

1. No son las circunstancias las que te molestan, sino tu interpretación y valoración de las mismas (pecamos en ver sólo lo negativo y además darle mucha importancia). La próxima vez que algo o alguien te moleste, piensa que en realidad tú te estás molestando; pregúntate: ¿Qué estoy haciéndome o diciéndome para estar enfadado o molesto, y qué puedo hacer para sentirme mejor? Estas dos preguntas son ORO cognitivo-emocional.

2. Diario de Gratitud. Se lo mando a muchos de mis pacientes y yo mismo estoy haciendo el mío, ¡y es maravilloso! Consiste en ir apuntando cosas agradables que te pasen y por las que creas merece la pena estar agradecido. Una pregunta que te puedes hacer para valorar con autenticidad el evento en cuestión, es: ¿si no tuviera esto en mi vida o no me hubiera pasado, mi vida sería mejor, peor o igual? Yo creo que todos los días nos pasan muchas cosas por las que podemos estar agradecidos. Y si no aquí está la psicóloga de Jaime para explicároslo:



3. Tener clara cuál es nuestra escala de valores. Es decir, a qué le das valor en la vida: ¿al trabajo, a que el jefe esté contento, a que las tareas estén siempre terminadas, a la ausencia de problemas, a la comodidad... o a la familia, la amistad, el amor, las actividades placenteras y significativas, la felicidad? Construye tu propia escala de valores: ¿qué es lo verdaderamente importante para ti?

4. Compara: paralelamente al Diario de Gratitud, puedes hacer también un Diario de la Queja, registrando tus "puf" más habituales. Luego compara uno y otro... ¿Dónde está lo verdaderamente importante?

5. Reoriéntate. Para salir del Sistema de la Queja, de la Dictadura del Puf. Ahora que ya sabes que eres tú mismo quien se está provocando ese malestar, y ahora que sabes qué es lo verdaderamente importante, sólo tienes que ir de un sitio a otro. Pero no se trata de obligarse a no quejarse nunca, ya que eso es imposible, se trata de darse cuenta de que lo estás haciendo y que no conduce a nada, y orientarte hacia el aquí y ahora con gratitud.

Una vez que sabemos el camino, eso no implica que no vayamos a tropezar nunca e incluso perdernos. Pero cuando pase, en lugar de criticarte a ti mismo y machacarte (lo cual es un gran ¡PUF! directo hacia ti), simplemente: "Ah, no, no, por aquí no es".

Y dite: "Es por aquí". Y vuelve a la senda. Un abrazo.