martes, 29 de septiembre de 2015

EL MEJOR TIPO DE RELACIÓN SENTIMENTAL

Las personas somos lo que aprendemos...

Y cuando más aprendemos, porque nuestro cerebro es como una esponja que lo absorbe todo, es en la infancia. Por eso hoy sabemos que los primeros años de aprendizaje son determinantes en la formación de la personalidad de los individuos.

Durante esos años, o por precisar más, cuando somos bebés, aparece lo que se conoce como el apego: los vínculos de afecto, cariño y seguridad que el niño establece con los adultos que le rodean. Según se hayan forjado esos vínculos, es muy probable que el individuo desarrolle un estilo de apego en su vida adulta que afectará, sobre todo, a aquellos vínculos más íntimos, como por ejemplo, el de la pareja.
Así, se han encontrado que existen tres tipos de apego en las relaciones de pareja:
  • El apego ansioso. O como yo lo llamo: "el koala". Esas personas que siempre sienten la necesidad de estar con la pareja y no saben convivir con su soledad. Caen fácilmente en rutinas obsesivas y comportamientos de celotipia.
  • El apego distante. El otro extremo: "el lobo solitario". Necesitan constantemente espacio para sí mismos y se sienten invadidos en cuanto alguien entra en él. La exigencia excesiva y la frialdad en sus emociones son mecanismos de defensa que usan para defender ese espacio.
  • El apego seguro. También llamado apego adulto o maduro. Es el punto intermedio entre los otros dos. Se respeta el espacio exclusivo de cada miembro de la pareja al mismo tiempo que se construye y fortalece un espacio compartido.
... pero nunca dejamos de aprender, por eso las personas no somos, nos transformamos.

El apego seguro se ha demostrado como el más sano y el que mejor bienestar reporta. Los cimientos de este tipo de relaciones son la buena comunicación, la confianza mutua y la ausencia de egos, valores que los psicólogos que trabajamos con parejas defendemos a ultranza. No por capricho o ideología, sino porque simplemente sabemos que es lo que funciona.

Está bien que uno se dé cuenta de que ha adquirido determinados patrones de pensamiento y/o conducta por malas experiencias de aprendizaje, pero eso no puede servirnos de excusa para el repetidísimo (sobre todo en terapia de parejas) "yo es que soy así".

Es importante detectar hoy aquello que no funciona, que nos genera problemas o malestar, y sustituirlo o transformarlo por lo que funciona.

El motor del amor no puede ser el miedo. Miedo a que me deje, a que me lo roben, a que me conozca demasiado o miedo a que me haga daño. El motor del amor es y deber ser, sólo amor.

jueves, 24 de septiembre de 2015

UN TRUCO PARA DESCONECTAR

Hoy día vivimos en la vorágine de la celeridad.

Y es que no sin razón, un antiguo paciente me decía: "No falta tiempo, sobran las prisas".

Cada día nos proponemos hacer montones de tareas: trabajo, curso online, clase de inglés, deberes de los niños, súper, lavadora, gimnasio, el perro... Y conseguir que nos dé tiempo a todo convierte cada día en un desafío de proporciones gigantescas. Sin embargo, se puede, y sin perder la cabeza en el intento.

Pero no en pocas ocasiones el problema radica en la cantidad de tareas que hacemos a lo largo del día, sino en que después de finalizada una tarea e iniciada ya la siguiente, somos incapaces de desconectar de la anterior. Y no nos concentramos en las explicaciones del profesor de inglés u olvidamos por despite recoger la caquita de nuestra mascota. 

Nuestra mente se encuentra literalmente secuestrada, bien porque nuestro cerebro ha pasado demasiado tiempo fijando sus capacidades en una tarea específica y ahora le cuesta adaptarse a otra distinta, bien porque no cesamos de tener rumiaciones del tipo "vaya tonterías me ha tocado soportar hoy de mi jefe" o "¡glups!, se me olvidó poner la lavadora,tú verás cuando se lo diga a mi mujer..." 

Sin embargo el problema mayor no son los despistes que pueden ocasionarnos esas rumiaciones o la falta de atención, sino el perdernos momentos verdaderamente valiosos y que son los que dan un significado especial a nuestras vida: una conversación con los amigos, un encuentro romántico con nuestra pareja o la última ocurrencia de nuestro hijo. Parece como si pasáramos por esos eventos con el piloto automático, y eso nos impide disfrutar como se merecen esas pequeñas píldoras de felicidad.

El Mindfulness o Atención Plena es la capacidad de la mente que nos sirve para, precisamente, prestar atención al único tiempo y lugar en los que el ser humano puede ser feliz: el aquí y ahora. Como capacidad que es, se puede desarrollar y entrenar (en esta mismo blog puede consultar los talleres que hago, y espero hacer uno de Mindfulness antes de que acabe el 2015). 

Pero hoy quería hablarte de una estrategia que requiere menos tiempo y que puede ser también muy útil para desconectar y concentrarnos en una nueva tarea, por ejemplo cuando terminamos la jornada de trabajo (cuántos se sentirán identificados con este ejemplo, ¿verdad?).

El truco es muy sencillo. No lo hagas todo seguido. Para, haz una pausa entre tarea y tarea. Pero una pausa de verdad, no una pausa para mirar el móvil, o conducir y meterte en un atasco, o cambiarte de ropa para ir al gimnasio. No, tu cerebro te está pidiendo a gritos que durante un momento lo pongas en stand by. Hazlo o... ¡se sobrecalentará!

¿Y qué hago en esa pausa? Nada. Absolutamente nada, o lo más mínimo. Asomarte por la ventana y ver la gente pasar, tirarte a la cama y fijar la vista en el techo, tomarte un té con todo apagado y en silencio. ¿Cuánto tiempo? El necesario: 10 minutos, 5 ó sólo 1. De hecho, este famoso vídeo que te presento a continuación, te explica cómo meditar en tan sólo en 1 minuto. Una actividad también muy recomendable en la que invertir esa pausa.


Y es que recuerda: no hay falta de tiempo, sólo gente con prisa. Parar el motor es lo que mejor funciona para después volver a ponernos al volante de nuestro propio vehículo interior. Abrazos.

martes, 15 de septiembre de 2015

GRATITUD


¡Gracias, gracias, gracias...!

No se me ocurre otra palabra que escribir, y la escribiría mil veces más, para mostrar mi alegría por alcanzar el post nº100, y por que me hayáis acompañado en este largo recorrido en el que semanalmente he compartido con vosotros pequeñas dosis de bienestar y crecimiento personal. Yo he crecido mucho. Espero que vosotros también. ¡¡¡Graaaciaaasss!!!

Además, numerosos estudios científicos evidencian que la gratitud produce efectos beneficiosos sobre nuestra salud mental, reduciendo la ansiedad y la depresión, nos hace dormir mejor y ser más resilientes, y fortalece las relaciones (y si no pincha aquí). Así que cuando expresas gratitud haces feliz a alguien, pero también te das felicidad a ti mismo. 

Existe un vídeo que ha sido viral y que muestra el efecto que puede provocar la gratitud en las personas. No dejéis de verlo, os emocionará:


No puedo olvidarme en este momento de un grupo de personas muy especial: mis pacientes y los participantes de mis talleres. Cualquiera diría: "Vaya, son ellos los que deberían darte las gracias a ti", pero la verdad es que siento una enorme gratitud hacia ellos, porque con ellos aprendo cada día a ser mejor profesional... mejor persona. Por eso, les dedico este post.

Y es que cuando nos acordamos de lo afortunados que somos
por estar rodeados de ciertas personas, y damos las gracias,
las penas se nos hacen más pequeñas.

A por 100 más. Continúa el viaje, ese viaje que nunca acaba, al centro mismo de la felicidad.

¿Me acompañas? 

lunes, 7 de septiembre de 2015

¿UNA CANCIÓN TRISTE PARA UN DESAMOR?

En un post anterior explicaba los beneficios de la música y la Musicoterapia (disciplina que usa la música para promover, prevenir y rehabilitar la salud), sobre el bienestar mental y emocional.

Hoy me hago (te hago) la siguiente pregunta: ¿puede ser la música perjudicial para nuestro estado de ánimo?

Imaginaos por ejemplo a 1) alguien que acaba de sufrir un desamor y se encierra en su cuarto a escuchar canciones de Pablo Alborán. 2) O alguien que se siente fatal por estar melancólico y se pone un disco de jazz o blues. 3) O alguien que se siente intranquilo y se pone heavy metal, 4) o alguien que se quiere concentrar en el estudio y le da por oír reggaeton.

5) O imaginaos a un psicólogo que le dice a su paciente, una persona que acaba de salir de una relación: "Lo que debe hacer usted es dejar de escuchar canciones de Pablo Alborán que no hacen más que recordarle a su pareja, y oír este CD que le he grabado con canciones súper positivas".

No sé qué piensas tras todos estos ejemplos que te he dado, porque desgraciadamente no puedo interactuar contigo (estaré encantado de que añadas comentarios a mi post), pero te invito a reflexionar sobre ello, antes de leer mi propia panorámica del asunto:

La música es maravillosa, tenemos que sentirnos dichosos nada más que por el simple hecho de que exista, y por otra parte gracias a la Ciencia hoy sabemos que la música puede ayudarnos a regular nuestras emociones y hacernos sentir mejor o incluso facilitar procesos cognitivos como la atención y concentración.

Pero la música, aunque terapéutica, no es la panacea de nada, y más allá de un buen uso o mal uso de la música, puede haber múltiples factores, como distorsiones cognitivas o hábitos disfuncionales, que sean los que mantienen o acrecientan el malestar emocional.

Dicho esto, centraré mi análisis en cada uno de los ejemplos anteriores, tomando como base lo que acabo de exponer:

1) Aquí el problema no reside en escuchar a Pablo Alborán (allá cada cual con sus gustos musicales) sino en "encerrarse en su cuarto". Oír canciones de desamor tras un desamor, puede ser muy malo para algunas personas o muy bueno para otras, porque puede ayudarlas a sacar su tristeza. Pero la inactivación conductual es un facilitador de estados depresivos.

2) De nuevo aquí lo que se está haciendo mal no es oír jazz o blues, que son estilos musicales que evocan nostalgia o melancolía, sino sentirse fatal por darse cuenta de que estás triste. No pasa nada si lo estás, no es trágico, ni siquiera dramático, y tampoco pasa nada por acompañar ese momento con una banda sonora triste... si eso te ayuda a superar el momento.

3) Aunque se ha estudiado que los diferentes estilos musicales tienden a provocar distintos estados emocionales, no hay que generalizar, y cada estilo o canción puede provocar efectos dispares según la persona. El heavy metal es posible que relaje a un heavilongo, como quizá ponga de los nervios a alguien que guste de estilos más tranquilos.

4) La música, como dije antes, puede ayudarnos a concentrarnos. Pero es importante tener en cuenta que las personas somos unitarea, no multitarea. Si las actividades que estamos realizando implican a un mismo área del cerebro, nuestra capacidad de atención se verá mermada. Por eso es mucho mejor para concentrarse en el estudio o lectura la música clásica, instrumental o la cantada en un idioma que no conozcamos.

5) La palabra "debe" ya nos remite a la dichosa Dictadura de la Felicidad: hay que ser feliz siempre, bajo cualquier circunstancia. Y por supuesto... ¡súper positivo! Tienes derecho a sentirte triste, y además la tristeza es una de las etapas necesarias para superar el proceso de un duelo romántico. Y sí, incluso tienes derecho a oír a Pablo Alborán. :p

La música puede ayudarnos a sentirnos mejor (o peor), pero no podemos obviar otros factores que influyen en nuestros estados de ánimo, siendo el más importante de todos ellos nuestra propia actitud: la actitud es lo que puede convertir una canción triste en la canción más alegre y necesaria para ese momento.

Hablaremos de música, musicoterapia, emociones y actitudes en el Taller de Musicoterapia y Psicología Positiva que imparto este Sábado 12 de Septiembre junto a Macarena Martínez. Si estás en Málaga, espero verte allí, y estés donde estés... ¡que la música te acompañe!

miércoles, 2 de septiembre de 2015

EL DUELO ROMÁNTICO



Artículo publicado en Psicocode en Julio de 2015. 

El duelo romántico o duelo por ruptura sentimental es un proceso de ajuste emocional después de la pérdida de la relación de pareja. Este proceso incluye diferentes etapas que no se dan de forma ordenada, sino que pueden solaparse y mezclarse, pero hay que pasar por ellas para superar el proceso. Estas etapas son:



·      Impacto. Nos quedamos en shock. No nos creemos lo que nos ha pasado. “¿Cómo es posible que se haya terminado lo nuestro si iba a ser para siempre?”

·      Negación. La incapacidad de aceptar que se ha terminado. “Esto es sólo pasajero, ya volverá, y si no, ya la recuperaré”. Altamente perjudicial sobre todo esa última expectativa.

·     Tristeza. Sensación de vacío. La pena fácilmente lleva en esta etapa a la depresión, que es cuando nos estancamos en ese estado emocional, y ahí es cuando se vuelve muy recomendable solicitar ayuda de un psicólogo.

·      Culpa. Se tiende a pensar qué es lo que se hizo mal, lo que no se hizo, lo que se podría haber hecho distinto para retener a la otra persona… Y se menosprecian las responsabilidades del otro.

·      Ira. Hacia la otra persona, aunque también hacia personas ajenas a la relación, como familiares o amigos. Nos percibimos como víctimas que han sufrido una injusticia y sacamos una rabia y rencor exagerados.

·     Aceptación. Aceptar que la relación ha terminado es el principio del fin del proceso; nos liberamos de esa relación que ahora ya forma parte del pasado y recuperamos nuestra energía para invertirla en el aquí y ahora.

·    Reconstrucción. Cuando dejo de prestar atención y energía en el pasado, empiezo a ocuparme de mí mismo y de mis necesidades y deseos. Como por ejemplo, conocer a alguien y empezar una nueva relación.



A continuación voy a daros una serie de orientaciones consensuadas en el marco de la psicoterapia sobre lo que se debe hacer y no se debe hacer para facilitarnos la superación de un proceso de duelo romántico. Pero la primera y más importante es: hay que pasar por el proceso de duelo romántico. Es decir, hay que experimentar sus etapas, y eso supone pasar por el dolor que nos provoca la ira, la culpa o la tristeza. El proceso no tiene una duración estándar, y según los estudios puede durar de tres meses a tres años, cómo veis, un margen diferencial bastante amplio. No hay fórmulas mágicas, pero sí hay cosas que se pueden hacer y no hacer para que ese proceso no se eternice y no se viva de manera tan intensa.



  1. Lo primero: conocer el duelo romántico y sus etapas. Así que si no estuviste atento al principio del artículo o directamente te lo saltaste, vuelve a empezar. Saber que las emociones por las que pasas después de una ruptura, aunque dolorosas, son normales, ayuda a desdramatizar y a no desesperarte, en definitiva: a no sentirte peor por sentirte mal.
  2. Corta cualquier forma de contacto con la otra persona. Elimínala del Facebook, bloquéala en el whatssap, borra sus fotos del ordenador… Durante este proceso de duelo se produce lo que se conoce como el efecto de la mariposa en llamas. ¿Sabéis de esos insectos que no pueden evitar acercarse a la luz a pesar de que el calor que irradia puede llegar a matarlos? Pues eso. Aléjate de las llamas, por mucho que te atraiga su luz.
  3. No idealices. Otro efecto muy común que se produce durante un proceso de duelo romántico es la atracción por la frustración. Imaginaos: nuestra relación con la otra persona iba fatal, nos tirábamos los trastos a la cabeza y, sin embargo, ha sido terminar y de repente pensamos que era perfecta, nuestra media naranja… Estamos idealizando, como cuando nos enamoramos de esa persona. Y es que nos atrae lo que no tenemos. Evita esa idealización recordando lo que para nada merecía la pena, lo que no te gustaba o incluso llegabas a odiar.
  4. Ocúpate de tu vida. Que durante el duelo emociones como la tristeza y la rabia estén muy presentes, no es incompatible con que sigas trabajando, saliendo con tus amigos, asistiendo a reuniones familiares… Aunque no tengas ganas, fuérzate un poco, ya que en la medida en que seas capaz de recuperar tu vida normal, antes saldrás del proceso.
  5. Y sobre todo, ni se te ocurra llegar a la conclusión de que porque se te esté haciendo largo o porque todavía te acuerdes de él/ella, eso significa que nunca te recuperarás del golpe. Date tiempo, no te culpes por tener recuerdos. La duración de un duelo, como ya dije, es muy variada, y nadie, ni el mejor psicólogo del mundo, te puede asegurar que tu proceso de duelo durará X.

Pero yo lo que sí te puedo asegurar es que se sale de ese proceso. Piensa que el mundo está lleno de corazones rotos. Sólo hay que ponerles una tirita… y esperar que sanen.

Os dejo para terminar un fragmento literario que creo que describe de forma magistral el proceso de duelo romántico... y su superación: