martes, 23 de junio de 2015

LA FLEXIBILIDAD MENTAL

Ya lo decía Darwin:



Y la primera barrera que podemos encontrarnos en un proceso de adaptación es la rigidez mental.

La  rigidez mental se puede entender, básicamente, como apego dependiente. El apego no es malo, su definición esencial es: cariño, afecto o estimación hacia una persona o cosa. El problema aparece cuando llego a la conclusión de que sin esa persona o cosa no puedo ser feliz. Así, el día que nos falte encontraremos muchas dificultades para ser felices.

Pues la rigidez mental es entonces apego dependiente a nuestras creencias, pensamientos, hábitos, costumbres, ideas... Es llegar a creer que cualquier elemento que entre en conflicto con ese sistema de valores, por ser diferente, amenaza mi felicidad, y por tanto, lo rechazaré de plano desde el primer momento.

Para las personas que presentan un patrón rígido de pensamiento, cualquier cambio, cualquier novedad o cualquier imprevisto, puede ser valorado como algo sumamente hostil: la llegada de un nuevo jefe con métodos de trabajo distintos, el traslado a otra ciudad o país, empezar un romance con una persona con gustos o ideales diferentes...

Además, estas personas también suelen ser obsesivas con sus rutinas: tienen un horario muy marcado para hacer cada cosa, suelen ir siempre a los mismos sitios, y como les cambies el plan a última hora llegarán a la conclusión de que su vida se ha desestabilizado por completo. Su perfil de personalidad no puede ser muy diferente a la de este tipo.

Sheldon Cooper, de la serie The Big Bang Theory.

En definitiva, las personas con rigidez mental (y TODOS en algún momento/circunstancia podemos presentar cierta rigidez mental, afortunadamente no en los mismos niveles que Sheldon) carecen de flexibilidad mental, que es la capacidad que podemos definir como:

Cuando nuestras cogniciones y hábitos no dominan nuestra vida,
sino que son una herramienta más para vivir.

Como capacidad que es, la flexibilidad mental se puede entrenar, y he aquí una lista de actividades que podemos hacer para desarrollarla:

1. Viajar. Pero no sólo eso, sobre todo, mézclate: empápate de otras culturas, conoce a las gentes de los destinos que visites, prueba a practicar alguna de sus costumbres... La apertura mental que estas experiencias te puede ofrecer es impagable.
2. Debate con gente que piensa distinto a ti. Respecto a cualquier tema: política, sexo, religión... Esto sólo será agotador si afrontas el debate con el objetivo de querer cambiar la forma de pensar de esa persona. Si aceptas que tiene su propio punto de vista y te decides a escucharla, el tuyo no tiene por qué variar, y a lo mejor puede que aprendas algo (y posiblemente esa persona también).
3. No digas "no" sin preguntarte antes "¿Por qué no?". Nuestros esquemas y hábitos mentales llevan tanto tiempo funcionando que la negativa ante cualquier propuesta que implique cierto cambio puede ser automática. Sé consciente de esa mecanización irreflexiva, y detenla, porque puede hacerte perder muchas oportunidades.
4. Organízate pero sin pasarte. Planificar y tener rutinas nos sirven para tener una vida más organizada. Pero qué plan no se puede posponer, qué rutina no se puede sustituir. Si nos empeñamos en cumplir con los planings y las rutinas, éstas dejarán de ser herramientas y se convertirán en objetivos que pueden llegar a resultar muy estresantes, sobre todo cuando surgen imprevistos (y ya sabes que siempre surgen imprevistos). 
5. Acostúmbrate al cambio. Tatúate, cambia de look, ve a sitios a los que no habías ido antes, prueba nuevas experiencias de ocio. En definitiva, haz de lo nuevo tu estilo de vida.

No por ello vas a dejar de ser tú, ni cambiar aquellos ideales que te definen y te hacen sentirte orgullosa de ti misma. ¿Recuerdas la frase de Groucho Marx?


Pues tranquila, sólo era una broma.

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